miércoles, 30 de noviembre de 2011

El rímel corrido, el uniforme miltec y el asiento del copiloto




Las miras y no sabes muy bien por qué están ahí. Tienen la expresión triste, los ojos acuosos, opacos y muy redondos. No es nada raro en el campo de airsoft, donde nunca falta un puñado de  gente profundamente aburrida o melancólica, pero los ojos subrayados en rimmel de la novia-de...que- viene-a-jugar espantan y hieren.

Suelen ser muy jóvenes. Como para no querer separarse del patán de su chico ni un minuto - y él, para que no se aburra y le de el fresco (que hasta de El juego de tu vida se aburre una) no se achanta en llevarla al bosque. Al airsoft. A la guerra. Allí la pobre niña como un pulpo en un garaje, bien vigilada para que no se aburra demasiado, o si se aburre que se joda. Cuando ha pasado demasiado tiempo se acerca, pide las llaves del coche y ahí te espero.

Esto no pasaría de un par de vidas tristes, de juventud desperdiciada, de dependencia y soledad si no llegase el maldito momento en el que alguna bombilla se enciende - ¿por qué no coges una réplica y juegas tú también?

Entonces la chiquilla apunta su nombre a la lista de gente que juega al airsoft porque sí, porque estaba ahí. Algunas lo pasan mal. Con miedo de verdad. Resultan peligrosas para sí mismas y para los demás por el canguelo que llevan encima y las hace propensas a hacerse o provocar daño. A eso súmale su chico, que lo mismo le da igual que le revienten la cara -así aprenderá a quejarse menos y dejar de ser una princesita- como se pone farruco porque a la niña le han dado un susto al dispararle.

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