Más de uno de nosotros sería rico si cada vez que le hayan formulado esta pregunta, recibiese una moneda.
...que haces que no te metes en el Ejército?
...que haces que no te metes en el Ejército?
Dicho con curiosa incredulidad por un tercero, enterado del furor guerrero versión amateur. No le falta razón y se comprende: los chavales jóvenes con frecuencia suelen abrazar con pasión sus nuevos intereses, lo mismo que los ya creciditos a los que se les da por abrazar otras vidas que no han vivido. Hay a quien le da por hacerse impersonators de alguien.
Muchos de los aficionados al planeta milico (entre los que hay algunos, pero no todos, de los que disparan réplicas de bolas) se habrán planteado más o menos en serio, más o menos de dos nanosegundos el unirse a su ejército/armada de cabecera, por responder a la llamada de esa vocación. Alguno se habrá echado atrás por miedo al cambio o al riesgo, porque tenían la vida resulta de otro modo, una vocación más fuerte por otro lado, por motivos de salud o familiares. Por lo que sea, pero no han dado el paso.
Contador de batallitas de ustedes entre ellos, que según se va haciendo mayor está cerca de sentir algo parecido a la melancolía de los hombres que han deseado ser soldados sin haberlo cumplido. Pero su vocación no era tan poderosa y eligió otros caminos para llevar su vida. Porque creía íntimamente que jamás podría servir como es debido en la milicia del país que expide su pasaporte y que la opción era mantener una relación espuria con la bandera que ninguno de los dos merece. Porque el patriotismo, al igual que la fe, son dádivas que anidan en el corazón de uno. Que se tienen o estás jodido.
Y si con diecisiete años no tenía de lo primero es que las cosas han tenido que ser así.