miércoles, 30 de noviembre de 2011

Miedo a la muerte por disolución




Triste más que divertida es una anécdota que me tocó vivir durante un gran evento milsim que se anunciaba solo para la gente más dura. Lo interesante es que en situaciones ligeramente jodidas sale a flote lo mejor, en contadas ocasiones, y casi siempre la mierdosa naturaleza de muchos de los que juegan a ser soldados y a vivir aventuras.

Un grupito de pobres diablos tenía la misión de asegurar un área a 1000 metros en línea recta de donde estaban. Era de noche lluviosa, el terreno era plano y no había nada más alto que un matojo: como una enorme piel de melocotón. No supieron llegar. Con las primeras luces me mandan a contactar con ellos y guiarlos junto a los míos. Una vez allí les recuerdo su misión original que debían tener hecha varias horas atrás: quedarse asegurando el área. El pobre hombre mira a su alrededor buscando una jaima o una Línea Maginot, no sé, cuando todo es matorral. No se le ocurre nada mejor que preguntarme que si llueve, dónde se van a meter. Insisto. Replica malreprimiendo cierto espanto que no sabe muy bien dónde está, y que como no funcionan las radios eso puede ser peligroso. Y que aquí seguridad ante todo.

Estamos acostumbrados a tenerlo todo y a una perenne seguridad. Cuando viajas y tienes un accidente, no pasa nada, haces una llamada y a esperar ayuda. Y el mundo no es así. En la inmensa mayoría de lo que cubre el cielo no funciona el teléfono, porque no hay, si lo hay no tienes pilas, si las tienes no hay donde enchufarlo y no tienes con quién hablar. Eso cuando no te come un bicho o no viene ningún nativo a matarte.

Y me dice que eso puede ser peligroso. De tan preocupado que está porque no le pase nada en un entorno perfectamente controlado no sé de dónde sacará algo de espíritu para divertirse.

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